jueves, 5 de marzo de 2009

La vida en un edificio II



Hay cosas que no me entran en la cabeza, francamente.

Mi edificio tiene 20 departamentos. Pocos pisos. Pocos departamentos. Sacando una cuenta estúpida, podemos calcular una cara como mínimo por departamento. Ergo, 19 caras además de la nuestra.

Sólo tenemos que recordar 19 caras y, a lo sumo, asociarlas con un piso. Sólo 19 caras. Ni siquiera hablamos de nombres. Si nos ponemos a pensarlo, no nos cuesta nada memorizar tan limitada cantidad de caras. Por lo tanto, es simple conocer a nuestros vecinos.

A los fines de este texto, vamos a clasificar los tipos de encuentros con nuestros vecinos en tres grandes grupos:

a) Dentro del edificio.
b) Fuera del edificio, pero en las inmediaciones del mismo.
c) Totalmente desvinculados del edificio.

Analizaremos las cosas al revés:

c) Si nos encontramos con un vecino/a en la fiesta del puflito, no tenemos por qué reconocerlo/a ni saludarlo/a, aunque su cara podría parecernos lejanamente familiar. Es más: debería parecernos familiar; pero eso no implica acción alguna. No vaya a ser cosa que andemos saludando a quien no conocemos.

b) Cuando nos encontramos fuera del edificio, no somos más habitantes de ese edificio, sino que somos simples ciudadanos. Por eso tampoco tenemos el deber de saludar a nuestros vecinos, aunque sí considero que deberíamos reconocerlos. Y es que el ver esas caras en una zona que nos es familiar puede ayudarnos a reconocerlas. Convengamos, pues, que queda bien saludar a los vecinos si los encontramos en la vereda de enfrente, por más que no tengamos relación con ellos.

a) Este es el punto que realmente me interesa. Quiero aclarar que “dentro del edificio” incluye el palier de entrada y la porción de vereda abarcada por la entrada del edificio. Aquí sí tenemos el deber de reconocer a nuestros vecinos, e incluso creo que tenemos el deber de saludarlos, por pura cortesía. Es mejor saludar que quedarse callado en un viaje en ascensor al lado de alguien que vive debajo de nuestros pies. Si estamos dentro del edificio implica que algún grado de relación tenemos con dicho edificio.

¿Y cómo se comprueba esta relación? Por repetición. Si yo veo a una persona más de una vez por semana saliendo, entrando o circulando por el edificio, es más que lógico que esa persona tiene cierta relación con ese edificio y, por extensión, con nosotros.

Yo sé perfectamente que en mi piso vive una chica soltera, que probablemente sea profesora o tesista, porque estudia frente a mi ventana todos los días. También sé que en el departamento B de mi piso hay una mujer de unos treinta y largos años que fuma mucho y que probablemente trabaje en la administración pública por la cara de infelicidad que tiene.

Sé que en el primer piso vive una vieja que usa bastón, salvo cuando estás por ganarle el ascensor; ahí mágicamente puede correr. Y sé que hace poco un abogado con cara de garca (perdón por el pleonasmo) puso su estudio en el primer piso también.

Sé que en el segundo piso vive un gato que tiene una mascota… un metagato. Sé que arriba de mi departamento viven dos chicas estudiantes. Sé que hay otra chica en algún piso, no sé en cuál, pero sé que vive en el edificio. Sé que en el primer piso hay una mujer grande, solterona, que se maquilla y se perfuma demasiado y que tiene un lavarropas (esto lo sé porque lo tiene en la terraza, junto al mío).

En fin, a nadie le importan estas huevadas. Yo no pido que mis vecinos se aprendan mi nombre. Lo único que quiero es que la vieja… perdón, la señora mayor de mierda que me cerró la puerta en la cara el otro día se aprenda de una puta vez esta cara. Yo puedo reconocerla perfectamente, no me hace falta saber ni el nombre ni en qué piso vive. Sé que vive en el edificio porque la crucé 40 millones de veces. 19 caras. Es todo lo que tiene que recordar la vieja.

Yo venía entrando. La vieja venía saliendo con una amiga. Cuando me iba acercando a la puerta saqué la llave, para que no quedaran dudas de que no iba a afanar nada porque vivo ahí. Las viejas salieron. Yo me puse a un costado. La vieja empezó a cerrar la puerta y levanté la mano con la llave para detener la puerta suavemente. La vieja hizo fuerza y terminó de cerrar la puerta con un ruido seco.


Weinbaum — ¡¡Pero yo vivo acá!!


Vieja — ¡¡Ay, disculpame, no me di cuenta!!

Amiga de la vieja — ¡Justo que veníamos hablando del robo de llaves!

Weinbaum (con una sonrisa muy falsa) — No, está bien. Como están las cosas es mejor ser precavido.

Cerré la puerta y apenas lo hice grité “¡¡Vieja chota!!”. Espero que me haya escuchado. Y si no me escuchó, juro que la próxima vez le cierro la puerta en la cara y me tomo el ascensor hasta el séptimo piso. Total, bajar dos pisos por la escalera podrá ser tedioso, pero la satisfacción que voy a tener no me la quita nadie.
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5 comentarios:

Lic. R dijo...

Varias cuestiones...
1ro.: su edificio está lleno de minas Weinbaum... tendré que ir a visitarlo más seguido.
2do.: qué cierto es ese gesto de exponer las llaves ante algún vecino antes de entrar al edificio en señal de "No se asuste vieja de mierda, no la voy a afanar".
3ro.: qué ocurrente la amiga vieja chota de su vecina vieja chota: "Robo de llaves?!" Qué vieja de mierda, por favor!
Este 2do. ítem, si ud. lo piensa, es tristísimo: es la confirmación del "Todos somos sospechosos".
3ro.: si ud. quiere que sus vecinos lo reconozcan, decídase de una vez y no se ande dejando la barba un mes y después anda sin ella otro... así no hay memoria que resista.
4to.: ¿no le pasa que generalmente cuando encuentra a sus vecinos en su edificio los saluda con un tímido y antipático "Hola" y que si se lo encuentra, póngale, en la Aldea Brasilera se quedan hablando como grandes amigos? Piénselo... si nunca le sucedió, es un gran ejercicio contra el exilio y la extranjeridad. Uno se siente menos solo...
Bisa.-

Jorgelina Mandarina dijo...

Es cierto eso, aunque yo no viva en edificio. Saludar a los vecinos es algo normal... Creo yo.

Aunque yo no los salude porque no me acuerdo de todos, pero es distinto, porque son mas de 19 las caras a recordar.


Siga con estas historias de edificio, W. Son muy entretenidas

Grotesco dijo...

y si yo le digo q tengo un vecino q me acosó sexualmente...bah quiso pero no pudo... tampoco habra querido una vez q me vio bien de cerca pero en fin. Yo soy hombre heterosexual (esto no es ni un orgullo ni una vergüenza para mí) y viene un cincuentón feo a agarrarme sin previo aviso el miembro y uno se asusta, y se violenta. Moraleja: el exceso de confianza entre vecinos puede ser peligroso.

Nati Gigliotti dijo...

Me sucede q la vieja chota q es mi vecina, es también (pequeña maldicion del destino) la dueña del depto q habito, asi q putearla o destratarla o no saludarla, podria significar un aumento elevado de Obras Sanitarias, y eso no lo quiere nadie no?

Muy buen relato Weinbaum. Me en canto.

Besos

Nati.-

don rodrigo dijo...

Es sumamente incómodo el viajar en un ascensor con alguien y no hablarle. Generalmente nos pasa con tres tipos de personas:

1) Una mina que está buena.
2) Una vieja que está buena.
3) Todo el mundo.

Cuando no charlamos, el viaje es eterno.
Cuando sí lo hacemos, el viaje es efímero. (Remito a sus relojes veleidosos, Weinbaum).

Pero no slaudar me parece una descortesía. Y eso no implica que no te conozcan, implican falta de respeto. Como el zapallo que vive al lado de mi casa que porque es preparador físico de Unión no me saluda. ¡Gil!

Gracias Weinbaum por esta reseña, cuasi landriscinesca, de la vida en un edificio.

Ron Dodrigo