jueves, 13 de enero de 2011

Hola, Don Coso

Usualmente voy a una rotisería que antes quedaba en la esquina de casa y que ahora se mudó pero me sigue quedando cerca.


El viejito que atiende es muy macanudo y verdaderamente te trata muy bien. Sabe qué empanadas me gustan; sabe que el sándwich de milanesa lo prefiero sin tomate y sabe que me gusta ojear el diario mientras espero el morfi. Sabe dónde vivo y sabe que tengo algo que ver con algo que se llama Difícil que el Chancho Chifle (no sé si sabe exactamente qué es, pero siempre me pregunta si el chancho chifló).

No es la rotisería más barata del mundo, pero por la buena onda, lo rica que es la comida y lo cerca que queda, me gusta ir y charlar un rato con el viejo. Incluso el otro día ya había cerrado y abrió el local sólo para mí, porque soy habitué.

Hace un año, más o menos, que compro ahí. Pero el problema es que no sé el nombre del viejo. Y ya ha pasado tanto tiempo que me da cosa preguntarle cómo se llama. Siento que toda nuestra relación se vendría abajo y que la comida ya no tendría el mismo gusto.

Además, pienso que si lo empiezo a llamar por su nombre seremos demasiado amigos y ya no podré volver a comprar comida en otro lado.

Por suerte tengo el diario ahí, así hago como que me interesa lo que dicen las noticias y puedo disimular un poco que no sé cómo se llama.





PD: Tiene cara de Alfredo.

3 comentarios:

Molly dijo...

Decile "Don" y nada más.
O caé con un amigo y hacé como que lo vas a dejar que se presenten, entonces tu amigo dice "mucho gusto, soy amigodenachooooooooooo" a lo que el señor -como supongo que es educado- responderá "igualmente, [soy] nombredelseñor".

Otra que me funciona es decir un nombre al azar, y cuando me corrigen, sonreir, asentir y decir "uy, no se donde tengo la cabeza" (ojo, no sirve si justo venis hablando de que nunca te olvidas un nombre).

Voilá.

Makinis dijo...

hay relaciones que son perfectas como son, ni mas ni menos intimas. Las de uno con la gente que te brinda comida es un perfecto ejemplo, ya que nadie quiere correr el riesgo de una comida galleada (a q no habias pensado en esta asquerosa posibilidad)

Anónimo dijo...

Me pasa igual con el verdulero. Me corta el zapallito en la medida exacta, me da consejos sobre cómo preparar alguna comida, me perdona los centavos y yo a él. La relación perfecta.
Mejor no saber sus nombres, mirá si se rompe el encanto...
salutes!