viernes, 25 de marzo de 2011

Mi vecino, el asasino

Vivo solo. En una casa gigante. Y soy neurótico y medio paranoico. Pero esta vez no es joda. Creo que mi vecino es un asesino.


El tipo es joven, no debe haber llegado a los 40 años. Y su mujer también es joven. Tienen un hijo de unos nueve o diez años y dos perras insoportables.

Pero hace semanas que no veo ni escucho a la mujer, ni al hijo, ni a las perras. Hace varias semanas que no los veo.

Lo raro es que el vecino hace poco compró un auto y hace algunas noches lo vi por la ventana de mi habitación, alrededor de las tres de la mañana, cargando unas bolsas de consorcio negras en el baúl del auto. Bolsas que probablemente hayan contenido los pedazos de lo que otrora fuera su familia. Familia que hoy se encuentra desmembrada… literalmente.

¿Cómo es posible que solamente sea él quien entra y sale de la casa? La puerta de su casa queda al lado de la puerta de mi casa. Es imposible no toparme con alguno de ellos. El hijo del vecino solía jugar en mi vereda. Pero ahora no me lo encuentro nunca.

El vecino no tiene pinta de ser un asesino… y eso justamente lo convierte en sospechoso. Los que menos pinta tienen son los que mejor matan.

El tipo sale de la casa y hace como que le grita un saludo a su mujer o a su hijo, pero nunca nadie le responde. Algo raro pasa. Y creo que es que el tipo tuvo un brote psicótico, descuartizó a su familia y ahora no sabe cómo hacer para zafar de la situación.

Y lo peor es hace un mes y pico me pidió un destornillador grande para arreglar algo; y ahora yo lo necesito. Pero ni en pedo se lo voy a pedir.


sábado, 19 de marzo de 2011

Para mí, la novia de un amigo tiene bigote

Anoche asistí a una escena de tinte surrealista. Un amigo organizó un asado con la excusa de juntar a todo el grupo de amigos, pero en verdad sus intenciones eran tenernos a todos juntos para presentarnos a su nueva novia. Nada extraño ni desagradable. Nada de qué quejarse… aún.

La cuestión es que la novia de mi amigo resultó ser la hermana de un amigo que él tiene de otro grupo de amigos, que ninguno de nuestro grupo conoce.

Todo iba perfecto. Hasta que llegó la mina. No es que la mina fuera desagradable, mala onda ni nada de eso. Al contrario, es una chica muy buena onda. Pero la mina fue al asado con su hermano, es decir, el amigo de mi amigo.

Y he ahí la cuestión. La mina es exactamente igual a su hermano. Tienen exactamente las mismas facciones, las mismas cejas, las mismas pestañas, ojos, boca, nariz, gestos… todo. Literalmente es el hermano con pelo largo.

Creo que se notó un poco nuestra incomodidad por el silencio prolongado y la forma en que miramos a los hermanos. No me atrevo a decir si eran mellizos, pero por ahí andan.

Más allá de estar con la hermana de un amigo, cosa que para muchos es discutible, mi pregunta es cómo hace mi amigo. Si cuando le vas a dar un beso a tu novia ves la cara de tu amigo, ¿cómo carajo hacés? Es como estar besando a tu amigo. Más allá de las diferencias de personalidad que puedan tener, físicamente son idénticos. ¿Cómo se puede obviar ese detalle?

Si la mina se ata el pelo o se lo corta cortito sería el pibe con tetas (bueno, tampoco exageremos, porque no estaba muy bien dotada que digamos, cosa que no hace más que agravar la situación); o si el pibe se dejara el pelo largo tranquilamente se podría hacer pasar por su hermana.

Algunos de mis amigos presentes anoche me manifestaron su preocupación por la posible eventualidad de expulsar algún tipo de gas corporal delante de la mina creyendo estar delante del hermano. Esta situación nos ha trastornado bastante.

Para mí, la novia de mi amigo tiene bigote… ¿o era el hermano? Bueno, la novia de mi amigo o su hermano tienen bigote.


jueves, 10 de marzo de 2011

El mundo según Weinbaum II



Algún día voy a tener un perro collie igualito a Lassie, pero que va a dormir todo el día y por eso se va a llamar Lazy.


sábado, 5 de marzo de 2011

No cualquiera ata los restos del almuerzo y hace bijouterie

Ayer iba caminando por la peatonal y me increpó un pibe, bastante zaparrastroso, incitándome a que le comprara alguna de sus artesanías.

Le dije amablemente que no estaba interesado. Pero luego miré la lonita que tenía en el piso y vi las cosas que él llamaba “artesanías”.

Por favor.

¿Es posible llamar artesanía a tres carozos de durazno y dos huesos de pollo unidos por una tanza amarilla? La respuesta es simple: no.


Observé las “artesanías” que me ofrecía y lo miré con una mezcla de asco y compasión. El tipo utilizó una estrategia más agresiva y me preguntó si no apoyaba a los artesanos, que se ganan la vida con mucho esfuerzo vendiendo su producción. Yo me vi tentado de decirle que sí los apoyaba, pero que ese día no me había topado con ninguno, pero me contuve (sí, algo me debe estar pasando).


La cosa es que el tipo se terminó ofendiendo porque yo no le quise comprar la mierda esa que él llamaba collar. A lo mejor estoy equivocado, pero verdaderamente no me dan ganas de llevar colgando del cuello un carozo que otro anduvo chupeteando. Quisiera que me dijeran si soy el único.

Francamente no entiendo a la gente que compra estas cosas. Porque vos podés fumar porro, pero de ahí a comprarte una pulsera con una hoja de chala de diez centímetros hecha con miga de pan y pintada con témpera… me parece que hay una distancia.

Tampoco comprendo a aquellos que se quedan embobados con los flacos que pintan cuadros de paisajes nocturnos con aerosol. Al principio te llaman la atención, porque los tipos logran cosas muy buenas con pocos objetos. Pero cuando te das cuenta de que todos los cuadritos son iguales te sentís estafado, porque de creatividad ni hablar. Y sin embargo hay grupos de personas que se quedan horas y horas mirando cómo hacen esas porquerías pseudo impresionistas e intoxicándose con la pintura.

Ahora, que un pibe se te ofenda y te trate mal porque no le querés comprar lo que te ofrece no me parece bien. El loco pretende que vos veas (como él ve) una tiara de diamantes en lugar de una tanza con carozos.

Es cierto, hay gente para todo. Si alguien quiere comprar una pulsera de macramé con olor a sahumerio barato, que lo haga. Pero yo no pienso colgarme un hueso de osobuco del cuello.


domingo, 20 de febrero de 2011

El mundo según Weinbaum


Si yo trabajara en marketing y tuviera que pensar un nombre para vender la obra completa de Paco Urondo, le pondría sin dudas El Pack Urondo.


viernes, 18 de febrero de 2011

Lo cortés no quita lo boludo

Anoche cometí un error gravísimo: saludé a una familia.

Antes que nada es menester desarrollar un concepto que en Entre Ríos es sumamente conocido y de hecho es una práctica común: el puerteo. Puertear es, como se puede suponer, sentarse en la puerta a gozar de la fresca viruta. Se toma mate o cualquier otro aperitivo, se mira lo que ocurre en la calle y qué hacen los vecinos. No es más que eso.

Volvía yo del kiosco, de comprar alguna huevada, y estaba esta familia puerteando. Una pareja joven con hijos chicos, tomando mate a las ocho de la noche. Siempre en el mismo lugar; yo siempre había pasado y me había hecho el distraído.

Pero anoche saludé. Y me saludaron. Y, sin quererlo, generé un vínculo frugal y eterno: ya nunca podré pasar por allí sin saludarlos.

¿Cómo se vuelve a la situación inicial? No se puede. Porque una vez que nos empezamos a saludar, se convirtió en una práctica de cortesía que tendrá que repetirse indefinidamente, y que sólo se cortará si la familia deja de puertear (cosa que no ocurrirá jamás); si yo dejo de pasar por su puerta (cosa que estoy considerando); o si alguna de las dos partes muere (cosa que quiero evitar).

Ahora estoy condenado a saludar por siempre a gente que no conozco y que, sinceramente, no tengo ganas de conocer.

O puedo pegar toda la vuelta manzana y caminar seis cuadras en lugar de dos para ir al kiosco. O también puedo mudarme.

Una cosa es cierta: las pocas veces que quiero ser amable con desconocidos me pasan este tipo de cosas.

¿Quién carajo me manda a mí a saludar a gente que no conozco?


jueves, 10 de febrero de 2011

Cosas que pasan III


Axioma Nº 201


Las personas que usan la palabra impronta más de dos veces en una conversación, alguna vez fumaron porro.